El islam exige a sus seguidores que se vistan con ropa que demuestre modestia. Por ese motivo, tanto los hombres como las mujeres deben seguir ciertas directrices. Los hombres deben llevar ropas holgadas y limpias que no revelen la forma del cuerpo. Asimismo, es recomendable que las mujeres musulmanas vistan trajes holgados, camisas y pantalones que cubran hasta las muñecas y los tobillos. Varias mezquitas requieren que las visitantes no musulmanas usen una bufanda para cubrirse la cabeza al estilo de la hijab islámica. Las vestiduras del Medio Oriente generalmente asociadas con el Islam árabe no son necesarias, aunque varios musulmanes, independientemente de sus raíces étnicas, las usan en ocasiones especiales y para rezar en las mezquitas.
Las personas deben quitarse sus zapatos cuando entran a un salón de oración.
Concentración
Puesto que las mezquitas son lugares de culto, se exige a los visitantes que sean respetuosos con los fieles que participan en la oración. En las áreas en que rezan los fieles está prohibido hablar en voz alta y discutir sobre asuntos considerados irrespetuosos. También se considera irrespetuoso pasar por delante de ellos o molestarles de cualquier otra forma. Los muros interiores de la mezquita apenas tienen ornamentos (a excepción, en algunos casos, inscripciones en caligrafía árabe para no distraer a los que están realizando los rezos. También se considera poco apropiado que los fieles vistan ropa con imágenes o símbolos que puedan distraer la atención de quienes se encuentran detrás de ellos mientras se desarrolla la oración.
Separación por sexos
La sharia, o ley islámica, exige que hombres y mujeres permanezcan separados en la sala de oraciones; en teoría, las mujeres deben ocupar las filas detrás de los hombres. Mahoma prefería que las mujeres oraran en sus hogares en lugar de en las mezquitas: según el hadiz dijo: "Las mejores mezquitas para las mujeres son las habitaciones interiores de sus casas." El segundo califa, Umar, llegó a prohibir la asistencia de mujeres a las mezquitas y les exigió que rezaran en sus casas. A veces, se reservaba a las mujeres un lugar determinado de la mezquita; por ejemplo, el gobernador de La Meca en 870 aisló mediante cuerdas atadas entre las columnas un lugar separado para las mujeres
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